miércoles, 22 de agosto de 2012

Julio 23, 1970
Mi querido Sr. Truman Capote:
Esta no es una carta de admirador en el sentido usual —a menos que piense usted en los miradores de Panamá [1]. Más allá de considerar esta la carta de “un lector” —los conceptos demográficos no van con mayúsculas— una selección de notas al margen a propósito del material presentado como “escritos” fue enviado a este departamento. He seguido su desarrollo literario desde el comienzo, llevando a cabo en nombre del departamento que represento una serie de consultas tan exhaustivas como sus recientes investigaciones en el estado de los girasoles [2]. He entrevistado a todos sus personajes, empezando por Miriam —en su caso limitarle el azúcar por varios días probó ser inductivo suficiente para volverla más comunicativa—, pero prefiero tener todos los hechos conmigo antes de emprender una acción. Ni que decir que he leído el reciente intercambio de genialidades entre el Sr. Kenneth Tynan y usted. Pienso que él fue muy indulgente. También llamó mi atención su aparición reciente ante un comité senatorial, ocasión en la que usted habló a favor de mantener la actual práctica policial de obtener una confesión negándole al acusado el derecho de consultar a un cónsul antes de hacer su declaración. En efecto: usted estuvo hablando positivamente del procedimiento estándar de la policía, obtener declaraciones a través de la brutalidad y la coacción, aunque una fuerza policiaca inteligente debería apoyarse en la evidencia más que en las confesiones forzadas. Además usted se degrada a sí mismo al reiterar el argumento banal que encuentra eco en las cartas al director cada vez que emerge el asunto de la pena capital: “¿Por qué toda esta simpatía para con el asesino y nada para las víctimas inocentes?” En cumplimiento del deber he leído toda su obra publicada. Sus primeros trabajos eran en algunos aspectos prometedores —pienso particularmente en los cuentos. Se le otorgó un área para el desarrollo psíquico. Por un tiempo creí que usted haría buen uso de esta concesión. En cambio, eligió vender un talento que no es suyo para venderlo. Ha escrito un libro aburridamente ilegible que pudo escribir cualquier redactor del New Yorker —(un periódico reaccionario encubierto y entregado a los intereses creados de la riqueza estadounidense). Usted puso sus servicios a disposición de los intereses que están convirtiendo a los Estados Unidos en un estado policial por el simple mecanismo de fomentar deliberadamente las condiciones que incrementan la criminalidad para pedir luego que el poder de la policía también se incremente y se conserve la pena capital para lidiar con la situación que ellos mismos crearon. Usted ha traicionado y vendido el talento que le fue concedido por este departamento. Ese talento está ahora oficialmente retirado. Disfrute su sucio dinero. Nunca tendrá nada más. Nunca escribirá otra oración por encima del nivel de A sangre fría. Como escritor está usted acabado. Cambio y fuera. ¿Me copia? ¿Sabe quién soy? Usted me conoce, Truman. Me ha conocido desde hace mucho. Esta es mi última visita. 
                                                                                       William Burroughs


[1] Juego de palabras entre “fan letter” y “ceiling fans”, “carta de admirador” y “ventiladores de techo”.
[2] “the sun flower state”, lema con el que se conoce al estado de Kansas, donde los asesinatos reseñados en A sangre fría tuvieron lugar.

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