sábado, 26 de mayo de 2012

Literatura Subversiva


La palabra “anarquista” suena hoy menos tremebunda que extraña, como si se mencionara a un animal que no ha sido avistado en décadas, y que en otras épocas fuera cazado en abundancia y sometido a continuas batidas policiales.

Se comprenderá que un movimiento de ideas tan radical haya nacido casi extinto. Sus tareas eran las de un Hércules; sus enemigos, antiguos e inmensos como pirámides; y sus fuerzas, limitadas y, al fin, fatigadas. Hubo una época en que el anarquismo era sinónimo de libertad, no de caos inmotivado, y una historia de la disidencia y de las luchas por libertades negadas o conculcadas necesariamente debe tenerlo en cuenta. Los anarquistas fueron sus cabezas de tormenta.

De no haber existido anarquistas nuestra imaginación política sería más escuálida, y más miserable aún.

Cabezas de Tormenta. Christian Ferrer
Pepitas de Calabaza  2004

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